El principio activo del voluntariado es la Voluntarina, una mezcla de voluntad, valor y valentía para transformar la realidad y mejorarla, unas veces interviniendo, otras tratando y otras previniendo enfermedades psico-sociales.
Los 10 comprimidos de una caja de Voluntarina, sirven para una variedad de situaciones y aplicaciones prosociales. Como buenos comprimidos, en la caja no aportan ningún valor, pero cuando se abren y entran en el torrente prosocial, comienzan a transformar la realidad, a repararla y a mejorar el bienestar de todos, sobre todo el de lo más débiles y empobrecidos.
Veamos entonces sus principales propiedades y efectos beneficiosos:
1. Angiogénesis prosocial. El voluntariado crea nuevas rutas y relaciones allá donde no existen o bien donde están deterioradas, cortadas u obstruidas. La angiogénesis se define como la capacidad que tiene nuestro sistema circulatorio de generar nuevos vasos sanguíneos cuando necesita regar una zona u órgano, y las principales venas o arterias que van al mismo están cortadas o deterioradas. El voluntariado llega muchas veces donde no llegan los servicios profesionales, conecta puntos o situaciones antes desconectadas, es creador de nuevas formas y métodos de ayuda, es innovador. Y hablamos de una angiogénesis prosocial, que planta cara a los procesos de angiogénesis maligna, que como un cáncer social, también encuentran sus vías y metástasis en el tejido de la sociedad.
2. Termo-regulador emocional. El voluntariado actúa más en el área de las emociones y sentimientos, crea un clima cálido, de acogida y bienestar. El aspecto emocional que algunas veces es un estorbo en la actuación profesional, necesitada de “distancia empática” para mantener la inteligencia ejecutiva, por ejemplo, en un quirófano, pero que no siempre debe ser así por principio ni en todas las situaciones, en el voluntariado es clave. Una emoción inteligente, conducida por la razón, que aporta calidad y calidez humana en el encuentro y comunicación con el otro, que mediante la escucha y la empatía ayuda a regular la temperatura emocional y a restablecer bienestar psíquico, y también físico y social.
3. Factor de resiliencia. El voluntariado contribuye a fortalecer la resiliencia de las personas y grupos a los que ayuda, su capacidad de superar adversidades. La resiliencia, del latín resilere, es la capacidad de adaptarse flexiblemente, de ser elásticos mentalmente para no rompernos, de volver a recobrar nuestra forma original tras un impacto. De los seis pilares de resiliencia que define el psiquiatra español D. Luis Rojas Marcos, el voluntariado aporta cuatro que son claves: las conexiones afectivas, el pensamiento positivo, la autoestima y la esperanza entendida como “tener motivos para vivir”. La resiliencia es un factor clave en la superación de todo tipo de adversidades, y la falta de salud es siempre una adversidad.
4. Calmante natural. El voluntariado ayuda a calmar las dolencias, con su presencia positiva y su escucha amable y humana. El voluntariado es una medicina en sí mismo, es un bálsamo para el otro. Su escucha atenta y sin prejuicios acaricia el interior de las personas, su capacidad de ir acompasándose al ritmo verbal y no verbal del otro, a su lenguaje, a su latido vital, crea armonía y empatía. También su capacidad de gestionar situaciones emocionalmente difíciles ante noticias o evidencias duras de asumir. Su lenguaje positivo y su enfoque en las fortalezas del enfermo, le ayudan a calmarse y le proveen de la capacidad ejecutiva (otro pilar de la resiliencia, por cierto) que necesita para encaminar su recuperación.
5. Potenciador de fortalezas. El voluntariado se enfoca más en las fortalezas que en las debilidades de las personas y las sociedades. Las situaciones de enfermedad y las dolencias nos hacen enfocarnos, tanto si las vivimos en primera persona como si las acompañamos mediante procesos de ayuda, en lo que no funciona. Pero este principio de realidad no debe desviarnos de trabajar sobre las fortalezas del enfermo, ya que sobre ellas va a ser más eficaz construir su proceso de recuperación. Cuando el enfermo es una comunidad o un grupo social, o una empresa o incluso una nación entera, este factor de enfoque en las fortalezas y valores, abandonando los discursos pesimistas, fatalistas o incluso escatológicos, es clave para su recuperación.
6. Genérico y gratuito. El voluntariado es portador de una cultura de la gratuidad, es donación sin pedir nada a cambio, es el regalo del don de uno mismo puesto en valor para otro que necesita ayuda, para la sociedad. Goza por tanto de la libertad y la independencia que dan el no estar gobernado por la dinámica económica de los contratos, del toma y daca, de los intercambios materiales. De hecho, cuando el voluntariado depende en exceso de subvenciones y ayudas, corre el peligro de someterse a los criterios, parámetros y dictados de las mismas, así como de la arterioesclerosis o burocracia institucional. Es connatural al voluntariado la gratuidad sostenida mediante el contrato moral y emocional, es decir, el compromiso ético con las causas que lo mueven.
7. Contraste ético-social. El voluntariado hace visibles los niveles de injusticia social, las carencias y enfermedades sociales. Precisamente porque trabaja a pie de obra, enseguida detecta de primera mano aspectos más cualitativos que no detectan los estudios cuantitativos. Es el que pone nombre a los datos fríos y generalizados de los informes, es el que pone rostro a las historias clínicas de vida, es el que conoce de primera mano que no hay enfermedades, sino enfermos, y que cada persona es única y vive su problema de forma única. Como en todos los estudios y análisis, necesitados de un “contraste” para detectar e interpretar los datos, el voluntariado es el “contraste ético de la sociedad”, es el que nos avisa de los niveles de Derechos Humanos y las amenazas a los mismos que hay en el sistema social, mediante su testimonio y también su voz y acciones de denuncia social.
8. Prevención y educación. El voluntariado es una escuela de salud y bienestar, persigue una “vida buena” y sostenible promoviendo virtudes éticas, anticipándose a otras enfermedades sociales y detectando problemas en el inicio, cuando pueden ser mejor tratados. Lo dice Rojas Marcos, y muchos estudios más: las personas que hacen voluntariado gozan en general de mejor salud en todos los aspectos que las que no lo hacen: duermen mejor, beben menos, consumen menos drogas y tienen incluso una vida afectiva y sexual más satisfactoria: no hay duda, la voluntarina es el mejor precursor de la oxitocina. Todo esto lo convierte también en un buen medicamento para recetar en casos de apatía, infelicidad, soledad crónica, insatisfacción o falta de sentido vital.
9. Urgencias sociales. El voluntariado atiende de forma preferente a los más empobrecidos, a los que tienen menos cobertura social. El voluntariado está para atender a todos, pero su esencia ética le hace orientarse preferentemente a los excluidos del sistema social, a los que no tienen cobertura sanitaria ni social, a los últimos de las listas de espera para recibir algo que les corresponde por derecho, humano y social. El voluntariado hace suyo el principio ético de “el menor mal de la mayoría”, de Karl Popper, frente al principio utilitarista de “el mayor bien de la mayoría”, de John Stuart Mill. Este último esconde no pocas demagogias en todos los órdenes, y el mismo gustan declamar no pocos gestores públicos, para que se beneficie del mismo siempre la misma mayoría, y no lo alcance siempre la misma minoría, cada vez más mayoritaria: más de 8 millones de pobres en España y la tasa de pobreza infantil mayor de la Unión Europea, por citar algún dato. El menor mal de la mayoría nos aproxima a la idea de la “vida buena”, del decrecimiento, del reparto justo de la riqueza, o de aprender a vivir mejor con menos cosas.
10. La Red de la Hospitalidad. El voluntariado no trabaja solo, lo hace en equipo, como parte de una RED de ayuda con otros voluntarios y profesionales. Hemos pasado de la era Superman a la era Spiderman. Lo eficaz ya no son los supermanes, los héroes solitarios, ni profesionales ni voluntarios, sino los equipos interprofesionales, las redes colaborativas, el trabajo desde un marco global en un mundo global en el que las fronteras físicas y políticas se ven superadas y actualizadas por una nueva identidad cosmopolita y hospitalaria con el extranjero, fuertemente arraigada en la ideología de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La hospitalidad se define en el diccionario como la acogida de aquél que se encuentra temporalmente fuera de su hogar, nada que ver con las vallas llenas de cuchillas, nada que ver con la privatización de los derechos sociales. El voluntario que todos y todas llevamos dentro, ese que nos hace sonreír y escuchar a un paciente más allá del contrato de trabajo, ese que nos hace dar algo más de lo estipulado, ese que nos hace salir de nuestra zona de confort o de espectador, el que nos hace tomar decisiones éticas y valientes, es el que va tejiendo cada día, poco a poco, una red de solidaridad, salud y bienestar social.
Los 10 comprimidos de una caja de Voluntarina, sirven para una variedad de situaciones y aplicaciones prosociales. Como buenos comprimidos, en la caja no aportan ningún valor, pero cuando se abren y entran en el torrente prosocial, comienzan a transformar la realidad, a repararla y a mejorar el bienestar de todos, sobre todo el de lo más débiles y empobrecidos.
Veamos entonces sus principales propiedades y efectos beneficiosos:
1. Angiogénesis prosocial. El voluntariado crea nuevas rutas y relaciones allá donde no existen o bien donde están deterioradas, cortadas u obstruidas. La angiogénesis se define como la capacidad que tiene nuestro sistema circulatorio de generar nuevos vasos sanguíneos cuando necesita regar una zona u órgano, y las principales venas o arterias que van al mismo están cortadas o deterioradas. El voluntariado llega muchas veces donde no llegan los servicios profesionales, conecta puntos o situaciones antes desconectadas, es creador de nuevas formas y métodos de ayuda, es innovador. Y hablamos de una angiogénesis prosocial, que planta cara a los procesos de angiogénesis maligna, que como un cáncer social, también encuentran sus vías y metástasis en el tejido de la sociedad.
2. Termo-regulador emocional. El voluntariado actúa más en el área de las emociones y sentimientos, crea un clima cálido, de acogida y bienestar. El aspecto emocional que algunas veces es un estorbo en la actuación profesional, necesitada de “distancia empática” para mantener la inteligencia ejecutiva, por ejemplo, en un quirófano, pero que no siempre debe ser así por principio ni en todas las situaciones, en el voluntariado es clave. Una emoción inteligente, conducida por la razón, que aporta calidad y calidez humana en el encuentro y comunicación con el otro, que mediante la escucha y la empatía ayuda a regular la temperatura emocional y a restablecer bienestar psíquico, y también físico y social.
3. Factor de resiliencia. El voluntariado contribuye a fortalecer la resiliencia de las personas y grupos a los que ayuda, su capacidad de superar adversidades. La resiliencia, del latín resilere, es la capacidad de adaptarse flexiblemente, de ser elásticos mentalmente para no rompernos, de volver a recobrar nuestra forma original tras un impacto. De los seis pilares de resiliencia que define el psiquiatra español D. Luis Rojas Marcos, el voluntariado aporta cuatro que son claves: las conexiones afectivas, el pensamiento positivo, la autoestima y la esperanza entendida como “tener motivos para vivir”. La resiliencia es un factor clave en la superación de todo tipo de adversidades, y la falta de salud es siempre una adversidad.
4. Calmante natural. El voluntariado ayuda a calmar las dolencias, con su presencia positiva y su escucha amable y humana. El voluntariado es una medicina en sí mismo, es un bálsamo para el otro. Su escucha atenta y sin prejuicios acaricia el interior de las personas, su capacidad de ir acompasándose al ritmo verbal y no verbal del otro, a su lenguaje, a su latido vital, crea armonía y empatía. También su capacidad de gestionar situaciones emocionalmente difíciles ante noticias o evidencias duras de asumir. Su lenguaje positivo y su enfoque en las fortalezas del enfermo, le ayudan a calmarse y le proveen de la capacidad ejecutiva (otro pilar de la resiliencia, por cierto) que necesita para encaminar su recuperación.
5. Potenciador de fortalezas. El voluntariado se enfoca más en las fortalezas que en las debilidades de las personas y las sociedades. Las situaciones de enfermedad y las dolencias nos hacen enfocarnos, tanto si las vivimos en primera persona como si las acompañamos mediante procesos de ayuda, en lo que no funciona. Pero este principio de realidad no debe desviarnos de trabajar sobre las fortalezas del enfermo, ya que sobre ellas va a ser más eficaz construir su proceso de recuperación. Cuando el enfermo es una comunidad o un grupo social, o una empresa o incluso una nación entera, este factor de enfoque en las fortalezas y valores, abandonando los discursos pesimistas, fatalistas o incluso escatológicos, es clave para su recuperación.
6. Genérico y gratuito. El voluntariado es portador de una cultura de la gratuidad, es donación sin pedir nada a cambio, es el regalo del don de uno mismo puesto en valor para otro que necesita ayuda, para la sociedad. Goza por tanto de la libertad y la independencia que dan el no estar gobernado por la dinámica económica de los contratos, del toma y daca, de los intercambios materiales. De hecho, cuando el voluntariado depende en exceso de subvenciones y ayudas, corre el peligro de someterse a los criterios, parámetros y dictados de las mismas, así como de la arterioesclerosis o burocracia institucional. Es connatural al voluntariado la gratuidad sostenida mediante el contrato moral y emocional, es decir, el compromiso ético con las causas que lo mueven.
7. Contraste ético-social. El voluntariado hace visibles los niveles de injusticia social, las carencias y enfermedades sociales. Precisamente porque trabaja a pie de obra, enseguida detecta de primera mano aspectos más cualitativos que no detectan los estudios cuantitativos. Es el que pone nombre a los datos fríos y generalizados de los informes, es el que pone rostro a las historias clínicas de vida, es el que conoce de primera mano que no hay enfermedades, sino enfermos, y que cada persona es única y vive su problema de forma única. Como en todos los estudios y análisis, necesitados de un “contraste” para detectar e interpretar los datos, el voluntariado es el “contraste ético de la sociedad”, es el que nos avisa de los niveles de Derechos Humanos y las amenazas a los mismos que hay en el sistema social, mediante su testimonio y también su voz y acciones de denuncia social.
8. Prevención y educación. El voluntariado es una escuela de salud y bienestar, persigue una “vida buena” y sostenible promoviendo virtudes éticas, anticipándose a otras enfermedades sociales y detectando problemas en el inicio, cuando pueden ser mejor tratados. Lo dice Rojas Marcos, y muchos estudios más: las personas que hacen voluntariado gozan en general de mejor salud en todos los aspectos que las que no lo hacen: duermen mejor, beben menos, consumen menos drogas y tienen incluso una vida afectiva y sexual más satisfactoria: no hay duda, la voluntarina es el mejor precursor de la oxitocina. Todo esto lo convierte también en un buen medicamento para recetar en casos de apatía, infelicidad, soledad crónica, insatisfacción o falta de sentido vital.
9. Urgencias sociales. El voluntariado atiende de forma preferente a los más empobrecidos, a los que tienen menos cobertura social. El voluntariado está para atender a todos, pero su esencia ética le hace orientarse preferentemente a los excluidos del sistema social, a los que no tienen cobertura sanitaria ni social, a los últimos de las listas de espera para recibir algo que les corresponde por derecho, humano y social. El voluntariado hace suyo el principio ético de “el menor mal de la mayoría”, de Karl Popper, frente al principio utilitarista de “el mayor bien de la mayoría”, de John Stuart Mill. Este último esconde no pocas demagogias en todos los órdenes, y el mismo gustan declamar no pocos gestores públicos, para que se beneficie del mismo siempre la misma mayoría, y no lo alcance siempre la misma minoría, cada vez más mayoritaria: más de 8 millones de pobres en España y la tasa de pobreza infantil mayor de la Unión Europea, por citar algún dato. El menor mal de la mayoría nos aproxima a la idea de la “vida buena”, del decrecimiento, del reparto justo de la riqueza, o de aprender a vivir mejor con menos cosas.
10. La Red de la Hospitalidad. El voluntariado no trabaja solo, lo hace en equipo, como parte de una RED de ayuda con otros voluntarios y profesionales. Hemos pasado de la era Superman a la era Spiderman. Lo eficaz ya no son los supermanes, los héroes solitarios, ni profesionales ni voluntarios, sino los equipos interprofesionales, las redes colaborativas, el trabajo desde un marco global en un mundo global en el que las fronteras físicas y políticas se ven superadas y actualizadas por una nueva identidad cosmopolita y hospitalaria con el extranjero, fuertemente arraigada en la ideología de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La hospitalidad se define en el diccionario como la acogida de aquél que se encuentra temporalmente fuera de su hogar, nada que ver con las vallas llenas de cuchillas, nada que ver con la privatización de los derechos sociales. El voluntario que todos y todas llevamos dentro, ese que nos hace sonreír y escuchar a un paciente más allá del contrato de trabajo, ese que nos hace dar algo más de lo estipulado, ese que nos hace salir de nuestra zona de confort o de espectador, el que nos hace tomar decisiones éticas y valientes, es el que va tejiendo cada día, poco a poco, una red de solidaridad, salud y bienestar social.