Estamos a medio camino en el cambio evolutivo hacia una generación global del humanismo y de la justicia, hacia una auténtica ciudadanía cosmopolita. Nos empujan con fuerza desde tiempo atrás los esfuerzos, proyectos, teorías e intuiciones de los que nos han precedido en esta singladura del ser humano, mujer y hombre, hacia la paz, la felicidad, la habitabilidad y la justicia. La colonización mediático-cultural inocente del sistema (económico, político y educativo) con sus propuestas pedagógicas comportamentales y actitudinales de corte individualista, útiles para el mercado de trabajo pero estériles para el desarrollo humano, nos ha ocultado la cúspide de la pirámide donde aguarda cautiva y custodiada por los ujieres de la postmodernidad, la esencia que impregna y gobierna las actitudes, valores, competencias y comportamientos: la identidad y el sentido de la vida. Esta pirámide de niveles neurológicos formulada por Robert Dilts y Gregory Bateson (Stahl, 2012), tan útil y con éxit
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