La literatura en torno al fenómeno del voluntariado social es, afortunadamente, cada vez más amplia, y cada vez de más calidad.
Tesis doctorales, investigaciones, monográficos, memorias, han desarrollado en los dos últimos decenios una interesante biblioteca que ha iluminado el camino de muchas acciones voluntarias, de muchas organizaciones socio-voluntarias y que ha servido de instrumento didáctico en no pocos talleres y acciones formativas, tanto formales como no formales.
Sin embargo, sorprende que la atención prestada a auto-evaluación y reflexión personal de las experiencias de voluntariado social, ha sido mucho menor, por no decir bastante escasa, que la que se ha prestado, por ejemplo, a sus motivaciones, itinerarios educativos o necesidades formativas concretas, tanto las de análisis y comprensión de la realidad social, como las de herramientas y habilidades para transformar esa realidad.
Considero la reflexión sobre la experiencia y la evaluación de los aprendizajes de la solidaridad necesariamente unida a ella, una oportunidad para sacar a dichas experiencias todo el jugo prosocial que tienen, que es mucho, al tiempo que aprovechar estos momentos evaluativos, bien personales, bien colectivos, para anclar fuertemente los valores que pretendemos transmitir y que necesitamos para recuperar el cada vez más amenazado Bienestar Social.
Sí existen numerosos estudios, informes y publicaciones que ofrecen pistas e instrumentos para la evaluación, tanto cualitativa como cuantitativa, de actitudes, motivaciones, logro de resultados, satisfacción de voluntarios/as y usuarios/as, pero, ¿y la evaluación del cambio personal y las resonancias en torno a la propia experiencia de voluntariado? ¿No es ahí donde están las claves de sus motivaciones y desmotivaciones, de su sostenibilidad en el tiempo, de sus opciones vitales? Da la impresión que la evaluación ha sido desde los inicios del Voluntariado y los proyectos de Educación para el Desarrollo, el siervo fiel de su ama la subvención, por cuanto que ha estado al servicio de ésta para justificar resultados. Pero necesitamos evaluar también los aprendizajes y cambios en las personas, de otro como ¿cómo medimos el cambio hacia un nuevo modelo de sociedad?
La idea y la motivación para elaborar este trabajo me ha venido, como suele ser habitual, de una necesidad de facilitar a un grupo de educadores en la solidaridad, algunas herramientas y técnicas para evaluar el “aprendizaje de la solidaridad”. No querían tanto evaluar las motivaciones, actitudes, emociones y habilidades de sus alumnos/as, sino que me insistían en “cómo podemos saber que realmente la solidaridad se ha aprendido, que ha habido un cambio en ellos, que se han apropiado de una serie de valores, cómo facilitar y anclar ese cambio desde la reflexión”.
Y fruto de esa demanda, que me parece necesaria para, por un lado, no hacerse falsas ilusiones de que estamos cambiando algo, y por otro lado, aprovechar y mejorar las experiencias de voluntariado como aulas de la realidad que se convierte en maestra de la solidaridad, donde se abren las puertas interiores al cambio de actitudes y la interiorización de valores. Pero si no los anclamos y los acompañamos a tiempo (identificar resonancias internas, facilitar reflexiones de calado, poner nombre a lo que experimento) esas puertas y conductos se vuelven a cerrar: ocurre un proceso similar al de las vitaminas de los zumos de frutas, al cabo de un tiempo se oxidan y pierden gran parte de su eficacia.
Necesitamos entonces instrumentos, espacios y recursos prácticos para exprimir y aprovechar todas las vitaminas prosociales de las experiencias de voluntariado social, que son muchas, de modo que la solidaridad no se debilite fácilmente y sea capaz de hacer frente a los virus del egoísmo posmoderno, que a medida que la experiencia va quedando en el olvido, vuelven a apropiarse de la persona.
Desde Prosocialia ofrecemos un nuevo taller titulado “Las Vitaminas del Voluntariado: Oxidación versus Reflexión” que ofrece a educadores, animadores y a los propios voluntarios/as que deseen aprender más de sí mismos y de los otros, una serie de ejercicios con el objetivo de sacar el máximo partido a sus experiencias de voluntariado y salgan más reforzados/as y motivados/as de ellas.
¿Quieres motivar a tus voluntarios/as? Pues deja de buscar fuera y busca dentro de ellos, porque es ahí donde está la motivación auténtica, como una vitamina que espera ser liberada a su torrente prosocial.
Sin embargo, sorprende que la atención prestada a auto-evaluación y reflexión personal de las experiencias de voluntariado social, ha sido mucho menor, por no decir bastante escasa, que la que se ha prestado, por ejemplo, a sus motivaciones, itinerarios educativos o necesidades formativas concretas, tanto las de análisis y comprensión de la realidad social, como las de herramientas y habilidades para transformar esa realidad.
Considero la reflexión sobre la experiencia y la evaluación de los aprendizajes de la solidaridad necesariamente unida a ella, una oportunidad para sacar a dichas experiencias todo el jugo prosocial que tienen, que es mucho, al tiempo que aprovechar estos momentos evaluativos, bien personales, bien colectivos, para anclar fuertemente los valores que pretendemos transmitir y que necesitamos para recuperar el cada vez más amenazado Bienestar Social.
Sí existen numerosos estudios, informes y publicaciones que ofrecen pistas e instrumentos para la evaluación, tanto cualitativa como cuantitativa, de actitudes, motivaciones, logro de resultados, satisfacción de voluntarios/as y usuarios/as, pero, ¿y la evaluación del cambio personal y las resonancias en torno a la propia experiencia de voluntariado? ¿No es ahí donde están las claves de sus motivaciones y desmotivaciones, de su sostenibilidad en el tiempo, de sus opciones vitales? Da la impresión que la evaluación ha sido desde los inicios del Voluntariado y los proyectos de Educación para el Desarrollo, el siervo fiel de su ama la subvención, por cuanto que ha estado al servicio de ésta para justificar resultados. Pero necesitamos evaluar también los aprendizajes y cambios en las personas, de otro como ¿cómo medimos el cambio hacia un nuevo modelo de sociedad?
La idea y la motivación para elaborar este trabajo me ha venido, como suele ser habitual, de una necesidad de facilitar a un grupo de educadores en la solidaridad, algunas herramientas y técnicas para evaluar el “aprendizaje de la solidaridad”. No querían tanto evaluar las motivaciones, actitudes, emociones y habilidades de sus alumnos/as, sino que me insistían en “cómo podemos saber que realmente la solidaridad se ha aprendido, que ha habido un cambio en ellos, que se han apropiado de una serie de valores, cómo facilitar y anclar ese cambio desde la reflexión”.
Y fruto de esa demanda, que me parece necesaria para, por un lado, no hacerse falsas ilusiones de que estamos cambiando algo, y por otro lado, aprovechar y mejorar las experiencias de voluntariado como aulas de la realidad que se convierte en maestra de la solidaridad, donde se abren las puertas interiores al cambio de actitudes y la interiorización de valores. Pero si no los anclamos y los acompañamos a tiempo (identificar resonancias internas, facilitar reflexiones de calado, poner nombre a lo que experimento) esas puertas y conductos se vuelven a cerrar: ocurre un proceso similar al de las vitaminas de los zumos de frutas, al cabo de un tiempo se oxidan y pierden gran parte de su eficacia.
Necesitamos entonces instrumentos, espacios y recursos prácticos para exprimir y aprovechar todas las vitaminas prosociales de las experiencias de voluntariado social, que son muchas, de modo que la solidaridad no se debilite fácilmente y sea capaz de hacer frente a los virus del egoísmo posmoderno, que a medida que la experiencia va quedando en el olvido, vuelven a apropiarse de la persona.
Desde Prosocialia ofrecemos un nuevo taller titulado “Las Vitaminas del Voluntariado: Oxidación versus Reflexión” que ofrece a educadores, animadores y a los propios voluntarios/as que deseen aprender más de sí mismos y de los otros, una serie de ejercicios con el objetivo de sacar el máximo partido a sus experiencias de voluntariado y salgan más reforzados/as y motivados/as de ellas.
¿Quieres motivar a tus voluntarios/as? Pues deja de buscar fuera y busca dentro de ellos, porque es ahí donde está la motivación auténtica, como una vitamina que espera ser liberada a su torrente prosocial.